Una de las manifestaciones pasionarias más genuinas de la Semana Santa española es la Procesión del Santo Entierro de Cristo de Orihuela. Una plasmación de cómo eran los cortejos procesionales en Semana Santa durante los siglos XVIII y XIX con elementos de siglos anteriores como el paso procesional de la Insignia de la Cruz, vulgo Diablesa (Nicolás de Bussy, 1695) o la figura del Caballero Cubierto portaestandarte (siglos XVI y XVII). Un patrimonio inmaterial único que se analiza en esta exposición temporal a través de documentos históricos, esculturas, platería, instrumentos musicales, textiles, lienzos, …
La procesión del Santo Entierro de Cristo
La Semana Santa de Orihuela está ligada en sus orígenes a las procesiones de la Sangre de Cristo extendidas por toda la corona aragonesa y áreas limítrofes durante la segunda mitad del siglo XVI, y esencialmente caracterizada por la presencia de disciplinantes. Estas primitivas procesiones evolucionaron en el Barroco hacia otra tipología procesional, bien diferente, sin flagelantes, en donde la escenificación del Entierro de Cristo, y la posterior Resurrección, presentada de forma alegórica en el paso procesional de la Insignia de la Cruz, conocida popularmente como “La Diablesa”, junto a la representación en el cortejo procesional de la jerarquía y el orden social, fueron sus principales características.
En el siglo XVIII, la procesión salía de la capilla del Loreto de la Catedral, aunque su organización era municipal. El encabezamiento estaba formado por el pendón negro o estandarte que portaba un caballero distinguido por el consistorio, acompañado por dos banderetas con los símbolos de la Pasión de Cristo, cuyos porteadores eran también elegidos por el concejo.
El primero de los pasos era la Oración del Huerto, que llevaban todos los horneros y panaderos de la ciudad vestidos de nazareno. Seguidamente, la imagen de Cristo atado y azotado a la columna, llevada por 24 parejas de nazarenos, todos ellos labradores. Detrás se situaba la imagen de Nuestro Padre Jesús del Loreto, popularmente conocido como “el ahogado”, portado por 16 pilares vestidos de seda negra. A continuación, el Santísimo Cristo de los Afligidos, llevado por el gremio del arte de la seda, compuesto por tejedores, torcedores y tintoreros, todos ellos ataviados con uniforme militar. Justo detrás, el paso principal de la procesión, el Santo Sepulcro, donde iba el Cristo Yacente en una urna de cristales, conducido por los diez maestros de los oficios de sastres, zapateros, albañiles, alpargateros, carpinteros y cerrajeros; todos militares o capistas, presidiendo cada año un oficio alternativamente.
Inmediata al Cristo Yacente venía la insignia de la Santísima Cruz, acompañada por 60 labradores. Cerrando la procesión iba la imagen de Nuestra Señora de la Soledad; en cuyo paso solamente se permitía que participaran las clases de caballeros y ciudadanos, ataviados con el atuendo militar, junto a los graduados de grado mayor de la universidad de Orihuela. A continuación, se situaba la presidencia de la procesión compuesta por los cargos municipales y el Obispo
Nuestro Padre Jesús Nazareno del Loreto. “El Ahogado”
Esta advocación está vinculada a los orígenes de la Semana Santa oriolana, y, en concreto, como principal imagen de la antigua Cofradía de la Sangre de Cristo, cuyo origen se remonta a la segunda mitad del siglo XVI, establecida en la Capilla del Loreto, y venerada en su altar mayor. La escena de Cristo camino del Calvario con la cruz a cuestas fue una de las primitivas representaciones iconográficas en las procesiones de Semana Santa, tradicionalmente conocida con la denominación de nazareno, en referencia exclusiva a esta iconografía, admitida como el primer episodio de la pasión entroncado con la crucifixión.
Estas imágenes de los nazarenos exentos parecen caminar lentamente a hombros de sus porteadores, bendiciendo al pueblo en su lenta peregrinación por las calles o por el interior de los templos, una escenografía impactante que invita a los penitentes a acompañar a Jesús camino del Gólgota. En el caso de la Cofradía de la Purísima Sangre de Cristo se encargaba de rendirle culto, basado fundamentalmente en la devoción a las cinco llagas y a la sangre emanada por Jesucristo en su Pasión. En este sentido, existe una clara relación cultual entre la Sangre de Cristo y las imágenes representativas del nazareno, en un proceso de humanización de su sufrimiento y la búsqueda de acercamiento con los fieles.
Con la configuración durante el Barroco de la Procesión del Santo Entierro de Cristo pasó a formar parte de este cortejo procesional hasta 1936. La actual imagen recupera la antigua denominación de la talla desaparecida en 1936 que se conservaba en la Capilla del Loreto, conocida por el pueblo con el sobrenombre de “El Ahogado”, tras ser arrastrada en la riada de octubre de 1797
El pendón negro
La actual bandera que porta el Caballero Portaestandarte en la Procesión del Santo Entierro de Cristo tiene su origen en el antiguo pendón de la Cofradía de la Sangre de Cristo. Esta procesión se ha encabezado históricamente por un caballero que portaba el pendón negro y tenía el privilegio de no descubrirse al paso de la procesión por el interior de la Catedral. El estandarte se componía de una asta y una cruz de bastón de madera, tenía borlas y estaba realizado en tafetán negro. En 1841, servía para las procesiones de la Vera – Cruz, y para la del Viernes Santo. Según la descripción existente en el inventario de este año, prácticamente era similar a los primeros ejemplos que se documentan en el siglo XVII: era de tafetán negro con su asta pintada del mismo color y una cruz de madera colocada en la parte superior. El pendón iba escoltado por dos banderetas de seda con las insignias de la pasión que llevaban dos caballeros, nombrados por el consellmunicipal que a su vez presidía el cortejo. El hecho de llevar el estandarte principal de la Cofradía de la Sangre de Cristo, el más relevante del cortejo procesional, era un privilegio personal y simbólico, que, con el tiempo, otorgará el ayuntamiento como su nombramiento oficial más importante
La imagen de la Soledad y su cofradía
La cofradía de la Soledad, también conocida como de la Virgen María Madre de Dios o de los Caballeros, estaba instituida en el altar mayor de la Catedral, aunque su imagen principal se veneraba desde sus orígenes en la Capilla del Loreto, posteriormente, fue trasladada a la seo oriolana donde mantiene en la actualidad altar propio. Su idiosincrasia radicaba en su carácter estamental, dada su estructura oligárquica y aristocrática, a ella se debe en buena parte la composición y la estética actual de la Procesión del Santo Entierro de Cristo, marcada por la jerarquización social, y que refleja claramente cómo eran las antiguas procesiones religiosas en la Edad Moderna que se caracterizaban por su interés en escenificar públicamente la imagen estratificada de la comunidad local. Los jurados y los justicias de la ciudad eran los patronos de la cofradía, mientras el Cabildo Catedralicio, elegía anualmente entre sus canónigos al prior. La Cofradía de la Soledad se caracterizaba por el vínculo social de sus integrantes y el sentimiento de pertenencia y exclusividad de clase. Estaba compuesta por los miembros de la oligarquía local, que ostentaban los cargos representativos en el ayuntamiento.
La imagen que aquí se expone es la primitiva escultura que existía en el siglo XVI en la Catedral de Orihuela, fue sustituida en el siglo XIX por una nueva talla y destruida en 1936. La actual, venerada en la Capilla de la Soledad de la Catedral de Orihuela, es obra del escultor José Sánchez Lozano. En la actualidad, la Hermandad de los Pilares de la Soledad, es heredera de la tradición de portar sobre sus hombros y acompañar a Nuestra Señora de la Soledad en la Procesión del Santo Entierro de Cristo
Labradores y Gremios: los pilares de la procesión
Los labradores eran los grandes protagonistas para portar sobre sus hombros la mayoría de las imágenes que salían en la procesión, hasta el punto de que en el año 1694 decidieron participar con un paso que representara la Cruz victoriosa. El nuevo grupo escultórico conocido como la Insignia de la Cruz o la Cruz de los Labradores -vulgo “la diablesa”- modificó el sentido catequético de la procesión pues la procesión ya no finalizaba con la visión triste de Cristo muerto, yacente en su lecho de muerte, sino con una alegoría del triunfo de Jesucristo sobre el mal, el pecado y la muerte.
Además de la nueva insignia, tenían la costumbre de ser los pilares de la antigua imagen de Nuestro Padre Jesús Nazareno, conocido a partir de 1797 como “el ahogado”, así como del paso de La Columna. Hasta la introducción de los gremios en la articulación procesional, los labradores habían llevado las imágenes que salían en la procesión a excepción de la imagen de la Soledad. Desde entonces, las organizaciones gremiales comenzaron a rivalizar con ellos en esta secular costumbre, saliendo con nuevas insignias. En la actualidad, como herederos de esta antiquísima tradición los costaleros de la partida del Raiguero de Bonanza son los encargados de llevar sobre sus hombros las imágenes de Cristo Yacente y de “La Diablesa” de Nicolás de Bussy
El Miserere y el Stabat Mater de la procesión del Santo Entierro de Cristo.
En la Procesión del Santo Entierro de Cristo se interpretan una serie de cantos que entroncan con las primitivas expresiones musicales que acompañaban a las imágenes en la Procesión de la Sangre de Cristo, nos referimos al Miserere y al Stabat Mater. Unos motivos musicales que también se cantaban en el traslado de las imágenes del Santo Entierro desde la Catedral a la capilla del Loreto durante el Miércoles Santo en la tarde.
El primer caso, se documenta su interpretación en el siglo XVI, y se mantiene en la actualidad, el Sábado Santo, en la Procesión del Santo Entierro de Cristo. La letra procede del inicio del Salmo 50 de David y narra la visita que el profeta Natán realiza a este, tras su unión con Betsabé. La pieza musical actual fue escrita por Federico Rogel Soriano (Orihuela, 1842 – 1915) a finales del siglo XIX, y destinada especialmente para esta procesión.
Junto al anterior, se canta el Stabat Mater por un grupo de cantores y una reducida orquesta. Se trata de la parte inicial de un himno dedicado a los dolores de la Virgen al pie de la cruz, que fue probablemente compuesto por el monje franciscano Jacopone de Todi en el año 1396. Hoy en día se ejecuta la versión del compositor Manuel Berná García, instrumentada y arreglada. Atribuido en un principio a José Cayetano Rogel Soriano, el investigador Espinosa Fenoll lo relaciona con la autoría de Federico Rogel Soriano
Dr. Mariano Cecilia Espinosa
Dra. Gemma Ruiz Ángel
Universidad de Murcia
Fecha: 9 de marzo de 2023 – 3 de abril de 2023
Lugar: Museo Diocesano de Arte Sacro de Orihuela
Organización:
- Concejalía de Cultura. Excmo. Ayuntamiento de Orihuela. Doña Mar Ezcurra García.
- Concejalía de Festividades. Ayuntamiento de Orihuela. Don Antonio Sánchez Moya.
- Museo Diocesano de Arte Sacro de Orihuela. Don José Antonio Martínez García.
Colaboradores:
- Cátedra Arzobispo Loazes. Universidad de Alicante.
- CEART – UM. Centro de Expertización de Arte de la Universidad de Murcia.
Comisarios:
- Dra. Gemma Ruiz Ángel (Universidad de Murcia)
- Dr. Mariano Cecilia Espinosa (Universidad de Murcia)
Comité científico:
- Dr. José Antonio Martínez García (Museo Diocesano de Arte Sacro de Orihuela)
- Dr. Manuel Pérez Sánchez (Universidad de Murcia)
- Dra. Gemma Ruiz Ángel (Universidad de Murcia)
- Dr. Mariano Cecilia Espinosa (Universidad de Murcia)
- Dr. Pablo López Marcos (CEART – UM, Universidad de Murcia)
- Dr. Gregorio Canales Martínez (Universidad de Alicante)
Coordinación:
Don Dominique Giménez Cañizares (Concejalía de Cultura. Ayuntamiento de Orihuela)
Secretaría técnica:
Doña Paula Martínez Gálvez (Universidad de Murcia)
Equipo técnico:
Don José Luis Gea Paredes (Universidad de Murcia)
Don Fernando López Gálvez (Universidad de Alicante)
Alba Mula Pérez (Universidad de Murcia)
Elisabet Zaragoza Gálvez (Orihuela Cultural S. L. Museo Diocesano de Arte Sacro de Orihuela)
Jorge Molera Ródenas (Universidad de Murcia)
Montse Vélez Borraz (Orihuela Cultural S. L. Museo Diocesano de Arte Sacro de Orihuela)
Rocío Martínez Vicente (Universidad de Murcia)
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