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Incensario de la Catedral de Orihuela

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Este incensario de la Catedral de Orihuela, expuesto actualmente en la Sala de Arte del Siglo XVIII del Museo Diocesano de Arte Sacro de Orihuela, fue muy característico de la platería española del pleno Barroco, responde a un movido diseño de profusión compositiva con el que se intenta avanzar hacia postulados más movidos y ligeros con el firme propósito de superar las tipologías tradicionales. Así, hay que destacar la ordenación de la estructura, esbelta y estilizada, que queda integrada por una sucesión rítmica de cuerpos cóncavos y convexos, ligeramente moldurados, acaparando el protagonismo el cuerpo del humo que se presenta calado conforme a su función, circunstancia que se aprovecha para integrar una rítmica trama de formas envolutadas, que por ello aparece recortada y ahuecada. Esa misma ornamentación de tipo naturalista, jugosa y movida, se muestra de forma algo tímida sobre las superficies de la pieza a través de la labor del buril, lo que otorga a la decoración un carácter eminentemente lineal y dibujístico, aproximándose más así a las labores características del último tercio del siglo XVII que a la corriente plástica de lo plenamente barroco. En realidad se trata de una obra típica de talleres periféricos, donde lo vernáculo y la tradición se resisten a doblegarse a las novedades procedentes de los centros artísticos de mayor raigambre.

A pesar de carecer de marcas la pieza se puede adscribir al taller del maestro local José Martínez Pacheco (1701-1765), uno de los plateros más activos durante el segundo tercio del siglo XVIII en el obispado de Orihuela. Este artífice desplegó una importante actividad profesional, recibiendo encargos de los templos más importantes de la diócesis, incluida la Catedral, de la que llegó a ser maestro platero titular desde 1737 a 1750, lo que acredita su prestigio en el ambiente artístico y eclesiástico de la ciudad, pues sobre él recayó la responsabilidad del mantenimiento y conservación del tesoro catedralicio. Dicho nombramiento comportó también la realización de piezas con destino a ese exclusivo repertorio suntuario, ya desde los primeros años de su nombramiento, siendo precisamente este incensario una de sus primeras obras para el citado templo. En efecto, el 26 de octubre de 1738 la Junta Parroquial de El Salvador abonaba al maestro la cantidad de 14 libras por las hechuras de un incensario nuevo que se hizo aprovechando la plata de otro ya viejo. Esta pieza casi ocupa nuestra atención, tal como avala el estilo y la decoración de la misma. Además, esos mismos criterios estéticos y formales que descubre el incensario se observan igualmente en piezas contemporáneas salidas de otras platerías como la murciana, muy estrechamente relacionada con la de Orihuela, pues tanto los maestros de una y otra localidad estaban en permanente contacto, con un trasvase continuo de trabajos y artífices. De hecho, el propio José Martínez pudo estar estrechamente relacionado con el gremio de Murcia, ciudad en la que al parecer pudo haberse examinado para obtener el grado de maestría, según lo hasta ahora publicado sobre dicho maestro. Con todo, lo más interesante de José Martínez es su capacidad y pericia por asimilar y avanzar hacia las novedades que iban llegando de fuera, asumiendo el nuevo lenguaje dieciochesco de forma decidida a lo largo de las décadas siguiente, interpretándolo muy hábilmente en la lámpara que entregó en 1760 para la parroquia de Santiago de Orihuela, uno de sus trabajos más lúcidos.

Dr. Manuel Pérez Sánchez

Universidad de Murcia