El San Miguel Arcángel de Orihuela es sin duda una de las principales manifestaciones de la pintura Renacentista que se conservan en la Península Ibérica. Su re-descubrimiento se produjo en los primeros años del siglo XX por parte de Elias Tomó y Monzo, quien la localizó en el salón del recibir del Colegio de Santo Domingo de Orihuela. Se desconocen los motivos que llevaron a una obra cuya producción es datable a finales del siglo XV a formar parte de un colegio cuya construcción no se produjo hasta mediados del siglo XVI pero, en este sentido, no es descartable la mediación de la potente familia de los Loazes, fundadores de dicho colegio y protectores de Orihuela durante el siglo XVI.
La pieza propone a arcángel en primer plano en actitud de acabar con los tres demonios símbolos del pecado. Su expresión es noble, segura, una metáfora del bien marcada por una gran belleza apolínea de cuidados rasgos y preciosismo en el dibujo. San Miguel, representado en una rica composición dinámica en forma de S, lleva consigo una sugestiva armadura romana al gusto clásico cargada de un refinamiento casi sin precedentes en el panorama levantino, donde el utilizo de elementos preciosistas es comparable con la labor de los miniaturistas del centro-norte de Italia de finales del siglo XV. A ambos lados de la figura principal el autor presenta dos ciudades idealizadas: una gótica , donde no aparece la representación humana, y una renacentista, en la cual el pintor no solo inserta una serie de personajes en actitudes cotidianas a la manera de Mantegna y Francesco de Cossa sino que además en ella aparecen detalles como la decoración de las metopas del templo o la inserción de un crucifijo en el interior de una capilla lateral del mismo.
Atribuido desde la década de 1950 a Paolo da San Leocadio por Diego Angulo Íñiguez, en la actualidad su paternidad se encuentra en discusión por los fuertes paralelismos que la reconducirían al ambiente pictórico del centro-norte de Italia durante las últimas décadas del siglo XV y, tras ser desmantelada de su colocación original, pasar en un segundo momento a la decoración del colegio. La obra pasó a engrosar la colección del Museo Diocesano de Arte Sacro desde 1939.
Pablo López Marcos
CEART – UM
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