Esta pintura se inspira en la obra del pintor sevillano Bartolomé Esteban Murillo, a la que se le añadió la imagen de San Joaquín. En ella, se nos remite a los episodios de la infancia de María, transmitidos a través de los apócrifos. La idea primigenia de Murillo se basaba en la fusión de realidades: el ámbito familiar de la Virgen con su madre, y un rompimiento de gloria del que surgen dos ángeles que proceden a coronar a la Virgen niña.
Las semejanzas con la obra que nos concierne son más que perceptibles, siendo característico del estilo barroco del artista, su tratamiento de los colores, las texturas y los pliegues de las vestiduras entre otros. Destaca la gracia de los rostros de Santa Ana y la Virgen, en contraste con la vejez de San Joaquín.
En su origen, costó 3800 reales y estuvo ubicada al lado del Evangelio del crucero de la Iglesia del monasterio de la Visitación de las Salesas de Orihuela.
Bibliografía:
Portús, J.: Guía de la pintura barroca española, Museo del Prado, 2001, p. 174